jueves, 13 de octubre de 2011

CUENTO: EL VIOLIN DE PAGANINI


Había una vez un gran violinista llamado Nicolò Paganini (1782-1840).
Algunos decían que era muy raro. Otros, que era sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, por eso nadie quería perder la oportunidad de ver su espectáculo.
Una noche, el escenario de un auditorio repleto de admiradores está preparado para recibirlo.
La orquesta entra y es aplaudida. El director es ovacionado.
Pero cuando la figura de Paganini surge, triunfante, el público delira. Paganini coloca su violín en el hombro y lo que sigue es indescriptible.
Blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecen tener alas y volar con el toque de aquellos dedos encantados.
De repente, un sonido extraño interrumpe el ensueño de la platea. Una de las cuerdas del violín de Paganini se rompe.
El director para. La orquesta para. El público para.
Pero Paganini no para. Mirando su partitura, él continúa extrayendo sonidos deliciosos de un violín con problemas.
El director y la orquesta, admirados, vuelven a tocar.
El público se calma, cuando, de repente, otro sonido perturbador atrae la atención de los asistentes. Otra cuerda del violín de Paganini se rompe.
El director para de nuevo. La orquesta para de nuevo. Paganini no para.
Como si nada hubiera ocurrido, olvida las dificultades y sigue arrancando sonidos imposibles.
El director y la orquesta, impresionados, vuelven a tocar.
Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación.
Todas las personas, asombradas, gritan un ¡oohhh! que retumba por toda aquella sala.
Una tercera cuerda del violín de Paganini se rompe.
El director para. La orquesta para. La respiración del público para. Pero Paganini no para.
Como si fuera un contorsionista musical, arranca todos los sonidos posibles de la única cuerda que queda en aquel violín destruido. Ninguna nota fue olvidada.
El director, embelesado, se anima. La orquesta se motiva. El público parte del silencio hacia la euforia, de la inercia para el delirio. Paganini alcanza la gloria.
Su nombre corre a través del tiempo. Él no es apenas un violinista genial. Es el símbolo del profesional que continúa adelante aún ante lo imposible.

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